Durante muchos partidos, nuestra sufrida hinchada ha vitoreado, con el único objetivo de animar a sus hijos, aquelllo de ¨¡¡¡y si somos los mejores bueno y que¡¡¡. Dicha tonalidad ha dejado de ser un mero cántico para hacerse, el pasado domingo en el Pabellón de Doña Mencía, realidad. Somos los mejores de Andalucía y por ende nuestra victoria nos convierte en Campeones de Andalucía y nos acredita como legítimos representantes de nuestra Comunidad Autónoma en la fase previa del Campeonato de España a celebrar el próximo fin de semana en Melilla.
El partido fue muy sufrido, tanto en sus prolegómenos como durante el devenir del mismo. El ambiente estaba caldeado. Si bien nuestro equipo era un mero combidado de piedra, toda vez que la tensión palpada en el ambiente venía motivada por el consabido recurso interpuesto por el Mutrayil que dejaba sin final al Benamejí. Equipo, junto a su afición, presente en el pabellón para disputar la final de la Copa Diputación de Córdoba.
Lógicamente todo ello daba al pabellón un colorido y un ambiente espectacular con doscientas personas en el pabellón. En definitiva una auténtica final con todos sus ingredientes. Esos partidos que gustan jugar y que en las gradas ponen las pulsaciones a mil.
La espera hasta el comienzo del partido se hacía interminable. Algunos paseábamos y hacíamos patria (Antonio Gallardo sabe a que me refiero). Otros saciaban su sed cervecera. Otros charlaban. Otros ocupaban sitio. Llegó el momento esperado, los equipos salían y desfilaban con elegancia. Saludos protocolarios y el himno de Andalucía sonaba en el pabellón. Todo muy profesional.
De salida Carlos en portería, Alberto de cierre, Antoñín y Francis en las alas y Jairo de pivot. El inicio soñado de una final es adelantarte en el marcador, si lo haces a los ocho segundos de empezar el partido es la repanocha. Dicho y hecho saque de esquina ensayado y gol de Francis. Tras el gol el Mutrayil acusaba los nervios y pudimos hacer algún que otro gol. Sin embargo no estábamos finos los nervios estaban a flor de piel. Al margen de ello ibamos acumulando faltas que a la postre nos iban a hacer mucho daño. El mister empezaba la rotación y paulatinamente se iban incorporando todos los íntegrantes del equipo.
No conseguíamos romper el partido, más el contrario, éste se igualaba y esas faltas cobradas en nuestro debe nos hacían colocarnos con cinco faltas. Debemos aprender a templar nuestros ímpetus y evitar cometer faltas tontas. Una de ellas supuso un primer doble penalty que supuso el empate en el marcador. El equipo se recompuso y el Infante anotaba el segundo gol en una acción marca de la casa. La ventaja en el electrónico no nos asentaba en el campo los nervios seguían presentes en la gran mayoría de la plantilla. Los trencillas, malos de solemnidad, nos señalaban otro doble penalty que su número siete nuevamente anotaba.
Con el empate a dos, el Mutrayil pudo adelantarse en una contra tras un saque de esquina nuestro mal botado. Pero por fortuna para los nuestros contamos con dos grandes porteros. En esta ocasión Carlos hacía una parada espectácular plena de reflejos y sangre fría. Hubiera sido injusto, pero si en el fútbol existe el concepto de justicia, ésta se cumplió. Un error en defensa del rival era aprovechado por Jairo para ponernos, nuevamente, por delante en el marcador. Con tres a dos llegábamos al descanso. Todo por decidir.
En el descanso lo comentábamos, a pesar de jugar mal ibamos por delante en el marcador. Si conseguíamos centrar nuestro juego ibamos a romper el partido. Tete dió con la tecla. Charla, pequeños cambios tácticos y una jugada en banda era rematada en el segundo palo por Antoñín. Con el gol cobrábamos dos de ventaja, el mister retrasaba a los nuestros, ya no presionábamos tan arriba, los esperábamos en nuestra cancha. Carlos nos volvía a salvar y Alvaro nos empezaba a dar la gloria al hacer el quinto en jugada de velocidad y definición. Javier López nos pudo dar la completa tranquilidad pero el diez no pudo batir al portero motrileño en sendas ocasiones.
No cerramos en partido y el Mutrayil acortaba ventaja poniendo el cinco a tres en el marcador a falta de seis minutos de juego. Otra vez a sufrir. Sendas contras pudieron poner los corazones a cinco mil por hora. El primero lo abortó Manu y el segundo, como no, Carlos. A la tercera íbamos a zanjar el partido, Alvaro, nuevamente haciendo gala de su velocidad, se plantaba ante el portero y lo sobrepasaba en su salida. Ahora sí nos soltábamos el pelo y empezábamos a dar muestras de nuestra calidad consiguiendo un nuevo gol por mediación de Antoñín que suponía el séptimo y definitivo gol.
Los instantes finales eran los soñados: final decidida, buen juego y un ambientazo en las gradas celebrando el título. El silbato de los trencillas sonaba y lo vivido es indescriptible. Ver a doce amigos, saltando, cantando y vitoreando su condición de campeones nos da fuerza, al menos a mí, para seguir manteniendo vivo este invento.
A continuación la entrega de las medallas y el culmen con la entrega de la copa. Alberto en su condición de capitán recogía la misma. El ritual en de Iker cuando tocamos la gloria. Beso a la copa y subirla al cielo. El éxtasis llegaba a las gradas y a la pista. Las fotos para inmortalizar el momento, lluvia de papelillos etc....
Algunos cometíamos la osadía de entrar al vestuario. Tal ignominia era pagada muy caro. Victor, siempre tiene una sonrisa para los niños, era el precursor, el mister e Isra lo seguían y todos los niños ejecutaban la ducha de rigor. Todos salían nuevamente al pabellón. Lo vivido en el vestuario está inmortalizado y pone la piel de gallina.
Pero no se vayan que aún hay más. A las dieciséis horas y treinta minutos llegaba el autobús de los campeones al Hotel Triunfo,pero Magama "sal del armario" había roto el fruto de la victoria. Manuel Merchan recomponía la maltrecha copa. Pero es que hay más, todos al campo, a disfrutar de un arroz. Quién tiene un amigo, tiene un tesoro, pero si es Nono encima sabe hacer arroces. Pero no uno normal, uno con "pollo congelado". A pesar de la torpeza de quién escribe, único responsable de la pollada, los pinches pudieron ayudar a que el arroz estuviera a punto a las seis y media de la tarde. Algunos como Lasarte tenían el cuerpo raro, otros merendábamos y algunos ya estaban con los cubatas. Bendito dislate.
Para finalizar un pequeño mundialito nos enfrentaba a los padres con los hijos, con victoria, gracias al padre de mister que ejercía de trencilla, para los niños. En el próximo partido con árbitro neutral conseguiremos la victoria.
Lo dicho días como éste hacen posible que el año que viene sigamos todos juntos. Con ilusión en Melilla podemos hacer algo todavía más grande, pero lo que es seguro es que viviremos un viaje inolvidable.