Ciertamente a nadie le gusta perder. Máxime cuando estamos hablando de un equipo que no suele hacerlo. Pero si las derrotas duelen, lo hacen en menor medida en pretemporada y contra un equipo bueno, más rodado y con cuatro infantiles de categoría contrastrada.
A las diez horas y treinta minutos comparecían, en este primer pártido, Antonio, Carlos, Alberto, Antoñín, Francis, Alvaro, Sergio, Javier, Moisés y Jairo. La primera parte fue aceptable - de bien alto - por los nuestros, no pasaron apuros, anotaron dos goles por mediación de Sergio - tras una buena jugada colectiva - y Alvaro. Pudimos anotar, al menos tres goles más, una clarísima oportunidad marrada, un mano a mano igualmente al limbo y un larguero debieron subir al marcado.
Nuestra falta de definición nos condenó. Al igual que no hizo nuestra candidez. El primer gol del buen combinado cordobés, arranca de un corner nuestro. Ver para creer. Del saque de esquina vinó el tanto que acortaba distancias. Se pudo evitar ese tanto, al igual que se pudieron evitar el correspondiente al empate y el dos a tres - a falta de dos minutos para el final -, tras sendos robos en el centro. La solución, la tan repetida falta táctica. Romper la jugada, como sostienen aquellos que saben de fútbol. El dos a cuatro fue la anécdota, en el desorden y anarquía del minuto final.
En la segunda parte nuestras carencias fueron evidentes: falta de forma física - lógica a principios de pretemporada -, distancia entre líneas y falta de fluidez en el juego - lógica por mor de esa forma física y poca picardía - solucionable con un buen entrenador como el que comanda a los nuestros.